Uno de los puntos clave es la implicación de los padres y las madres.
Que los niños vean una participación por parte de sus mayores hace que
valoren la importancia de tener una constancia en el hábito de estudio.
Mandar a los pequeños a su habitación a estudiar sin saber realmente qué
pasa por sus mentes o en qué se emplea este tiempo no ayuda ni fomenta
un hábito de estudio práctico. Implicarse en la educación de los niños
es fundamental.
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Lo más aconsejable es optimizar el tiempo. De nada
sirve pasar horas muertas frente a un libro o unos apuntes, por estar
más horas frente a ellos no se va a aprender más. Es mejor estudiar en
períodos cortos con descansos y repasar la información aprendida, y
parar en cuanto el rendimiento decaiga.
Se recomienda primero estudiar y después hacer los deberes. De este modo el cerebro está más activo ya que no arrastra el cansancio que genera realizar deberes de múltiples asignaturas.
Si las actividades extraescolares u otros compromisos lo permiten, es
recomendable tener constancia en el estudio y no estudiar únicamente
los días previos a un examen. De este modo es un repaso que sirve para
familiarizarse con los conceptos y que los días previos al examen todo
sea mucho más fácil de aprender.
También es importante intentar estudiar siempre a la misma hora,
sobre todo no empezar más tarde de las 7 de la tarde. Los niños y niñas
se levantan temprano, pasan todo el día en el colegio y quizá incluso
tengan alguna actividad después, por lo que el cansancio al llegar a
casa apaga las pocas fuerzas que quedan para estudiar.
Por último, es óptimo realizar una planificación de horarios.
Las actividades extraescolares, cumpleaños, deberes, exámenes… todas
estas tareas quitan mucho tiempo a lo largo de la tarde y el fin de
semana, por lo que es recomendable realizar una planificación de
horarios realista distribuyendo las tareas de manera efectiva y
sabiendo que se va a cumplir.