domingo, 15 de marzo de 2020

MADRID, DESPUÉS DEL VIERNES 13

El sábado ha salido soleado en Madrid, esta Zona Cero de la nueva ‘zona cero’ del coronavirus, que es Europa. Como bien decían en la radio esta mañana, las cosas evolucionan a ritmo vertiginoso y aún nos cuesta dar crédito a algunas informaciones, instalados como estamos entre el miedo y la incredulidad. Hace un mes y medio, veíamos a China como algo lejano y hacíamos chistes de murciélagos y pangolines. Hace tres semanas, como una amenaza. Hoy, como una esperanza que nos enseña el camino de que la cura es posible.
Gettyimages.
En esta ciudad frenética que es Madrid, la vida ha cambiado. Hasta la semana pasada, nos faltaba el tiempo para recorrer mucho espacio entre la casa y el trabajo. Hoy nos falta el espacio y nos sobra el tiempo. Esta situación es inédita para todos. Tan viral como la enfermedad es el miedo, quizás más; y tan angustioso como contagiarse es no poder dejar de pensar en contagiarse.
Hasta hace pocos días, oíamos hablar con frecuencia de Messi o de Ronaldo; y hoy, quienes están en boca de todos son Fernando Simón y Juan Roig, ya casi familiares, que nos proveen, respectivamente, de información sobre la enfermedad y de papel higiénico.
Posiblemente, parte del desasosiego que estamos sintiendo proviene de que, de pronto, nos han robado nuestras rutinas; hábitos de los que renegamos por aburridos, pero que nos permitían ganarnos la vida y volver sanos y salvos a casa cada día. Nos han hurtado la cercanía y el tacto. El virus nos ha obligado a reemplazarlas por otras nuevas, fastidiosas y hasta ayer incomprensibles. Pero debemos entender que hoy lavarnos las manos equivale a dar un beso.
Sin ser exagerado, es posible afirmar que la vida humana hoy se enfrenta a una importante amenaza, pero no hay que olvidar que para el coronavirus no somos un enemigo, somos simplemente un anfitrión.
Echando algunas cuentas, es muy posible que haya mucha más gente infectada que diagnosticada. Es comprensible, debemos asumirlo y no caer en el pánico por ello. Dicen los expertos que el ochenta por ciento de los contagiados, o bien no desarrollarán síntomas o bien pasarán una especie de gripe severa. En ambas situaciones, es importante no acudir al hospital para no esparcir el virus. La Sanidad tiene que estar disponible para poder atender a ese otro veinte por ciento con más riesgo. Debemos ayudar a nuestros héroes, que no llevan capa negra, sino bata verde, y que no viven en Gotham, sino que atienden en farmacias y hospitales.
Una vez me explicaron que las telecomunicaciones empezaron a desarrollarse cuando el transporte físico alcanzó su tope: el hombre nunca viajaría a la velocidad de la luz; sin embargo, los datos, la voz y la imagen sí podrían hacerlo. Hoy disponemos de algunas herramientas que ya hubieran querido para sí nuestros antepasados en la época de la peste negra. La tecnología nos rodea. Llevamos ya casi dos décadas hablando por el móvil, sacando billetes vía web y ligando por Internet. Esta situación es una oportunidad impagable para demostrar que podemos seguir haciendo muchísimas cosas y que este bicho no nos va a parar; aunque ello nos resulte muy costoso.
Personalmente, llevo unos días en los que apenas puedo concentrarme. No paro de recibir y de mandar correos y WhatsApps. Y cada cuarto de hora entro a mirar el número de contagiados. Dado que tal actitud no lleva a ningún sitio, pienso que es importante espabilar y ponerse al mando de uno mismo. Teletrabajar puede ser la salvación y la alternativa al colapso, pero nos exige ser disciplinados, respetar horarios y establecer rutinas rigurosas.
Si tuviera que dar algún consejo al respecto diría que debemos actuar como si estuviéramos en una jornada laboral normal, con la ventaja de que no hay que soportar atascos. Trabajar en pijama está prohibido. No digo que nos tengamos que arreglar como si tuviéramos una cita, pero el día debe comenzar con una ducha y un buen desayuno. El lugar de trabajo debe estar independizado y durante el período laboral debemos evitar distracciones como mirar el móvil o el Facebook. Asimismo, no son recomendables las visitas furtivas al sofá o a la nevera.
Eso sí, después de trabajar, haced alguna actividad que os guste, mandad chistes, vídeos y reíros mucho y fuerte. Tenemos a nuestro alcance vídeos, webs, música y libros. Sobre todo, libros. Y si podéis, meditad.
Estad atentos a vuestra gente cercana y subidles el ánimo cuando los veáis mustios para que no se vengan abajo. Hay que ser fuertes psicológicamente. Si conocéis a alguien que sufra desdoblamiento de personalidad, recomendadle encarecidamente que se sitúe a una distancia de sí mismo de al menos un metro y que no se salude.
Estoy convencido de que de saldremos de esta. Descubriremos en nosotros fortalezas nuevas que no conocíamos. Nos volveremos más empáticos, más compasivos y nos escucharemos más. Aunque no sea hoy y no sea pronto, volveremos a abrazarnos y a tomar cañas.
Cuidaos mucho y, por favor, quedaos en casa.
Antiguo alumno del Colegio San Viator de Madrid. Licenciado en CC. Económicas y Empresariales. Profesor en el CEF.- Centro de Estudios Financieros y en la Universidad a Distancia de Madrid, UDIMA.