Aprovechamos que celebramos la XXXI Semana del Libro Infantil y Juvenil para publicar Los Derechos del Lector, en donde Daniel Pennac muestra la lectura como una aventura personal, gratificante y libremente elegida. Dirigidos inicialmente a los lectores reacios y a los educadores implicados en despertar en los jóvenes el amor a la lectura.
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1.- El derecho a no leer.
El derecho a no leer nos permite descansar de
las lecturas durante épocas en las que no sentimos la necesidad, no tenemos
ganas, tiempo, o ánimo, o porque tenemos otras ocupaciones. Y no por ello
dejaremos de ser lectores. La lectura no es una obligación, es una
elección.
2.- El derecho a saltarse páginas.
El derecho a saltarse páginas nos da la libertad
de leer rápidamente textos extensos que no son para nosotros atrayentes
en su totalidad (a veces, por edad, formación, gustos… ni siquiera
comprensibles) sin por ello renunciar a la parte de la obra que nos
resulta interesante.
3.-El derecho a no terminar un libro.
El derecho a no terminar un libro nos exime de
la obligación de mortificarnos ante una lectura que no hemos sabido escoger
bien, que no ha llegado en el momento adecuado, que se nos atraganta o que
definitivamente no es para nosotros. Podemos volver a ella pasado un tiempo. O
no… Pero nunca sentirnos culpables por no haber llegado hasta la última
página de una obra que no nos resulte placentera.
4.- El derecho a releer.
El derecho a releer es defendido enérgicamente
por los niños cuando piden una y otra vez el mismo cuento,
para volver a disfrutar de la misma historia,
los mismos personajes, lasmismas emociones… Para los adultos, la
relectura de una obra que ya conocemos nos permite no sólo reencontrarnos con
aquello que nos agradó, nos intrigó, nos conmovió (sobre todo en el caso de la
poesía). También nos ofrece la posibilidad de hallar nuevos matices, distintas
interpretaciones.
5.- El derecho a leer cualquier cosa.
El derecho a leer cualquier cosa nos libera de
la carga de aceptar un prejuicio sobre un libro antes de elegirlo, de
obligarnos a leer lo que otros han dictaminado como “bueno” o “adecuado” antes
de haber descubierto nuestros propios gustos como lectores. La
obras tachadas de comerciales, estereotipadas o simplonas puede que no lleguen
a formar parte de la historia de la literatura, pero muy seguramente
introducirán en muchos lectores la idea del libro como sinónimo de un buen momento.
6.- El derecho a leer lo que me
gusta.
Es muy frecuente que en las lecturas
adolescentes las historias escritas susciten emociones y sentimientos tan
novelescos como los narrados. Y todo ello leído de una forma tan febril que pocas veces,como
lectores, volveremos a implicarnos tan intensamente en ningún texto.
Impagable.
7.- El derecho a leer en cualquier parte.
El derecho a leer en cualquier parte ofrece
tanto al lector asiduo, como al esporádico una compañía y/o un refugio en
cualquier circunstancia: esperas en consultas médicas, aeropuertos, trayectos
de autobús o largos viajes. ¿Quién no ha leído en la piscina, en la peluquería,
en una terraza de un bar, en la cama, e incluso en el cuarto de baño?
8.- El derecho a “picotear”.
El derecho a picotear está relacionado con la
falta de tiempo (a veces de ganas) para leer en forma completa un libro, pero
nos permite abrirlo por cualquier página, hojearlo, leer un poco y después
dejarlo para otro momento habiendo disfrutado de ese pequeño aperitivo. No
es infrecuente estar leyendo varios libros a la vez, abrir uno de ellos,
reconocer que no es el apetecido en ese momento y optar por otro. O leer un
fragmento de una obra nueva para decidir si la elegiremos o no. O volver a un
libro ya leído en busca de una cita concreta. Cada uno debe poder
aproximarse al libro cuando y como quiera.
9.- El derecho a leer en voz alta.
El derecho a leer en voz alta nos anima a
declamar para que otros nos oigan, a escuchar a un buen rapsoda, a dar
vida al texto… Todo ello permite que otros compartan con nosotros nuestro gusto
por la lectura y crea a la vez mundos imaginarios colectivos. Los
sonidos de las palabras son la música que acompaña a la historia que estamos
leyendo.
10.- El derecho a guardar silencio.
Por último, el derecho a callarnos, a
guardar silencio sobre lo leído, a no pronunciarnos nos coloca de nuevo
ante la lectura como un acto íntimo, como una elección que no estamos obligados
a justificar. Nuestros motivos para elegir un texto, nuestras opiniones sobre
el mismo nos pertenecen y no hay por qué, si no queremos, rendir cuentas sobre
nuestros gustos o valoraciones.
LEER COMPLETO EN: http://bibliotecas.unileon.es/tULEctura/2013/12/09/456/
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