La infancia es una etapa maravillosa, quizás la más importante y decisiva de nuestras vidas. Lo que ocurre es que actualmente vivimos en una sociedad muy acelerada que, en muchas ocasiones, está acortando el tiempo de la infancia y adelantando otras etapas posteriores (por ejemplo, la adolescencia) fruto de la sociedad de consumo que nos empuja y arrastra.
Los padres de hoy quieren ser “padres perfectos” y al mismo tiempo quieren educar “hijos perfectos” y esto no es posible. Como muy bien destaca Carl Honoré “en la actualidad nos encontramos con que los niños se han adultizado pero al mismo tiempo se han infantilizado”. ¿Cómo puede ser esto? Pues muy sencillo porque por un lado les presionamos para que sean adultos cada vez más pronto: uso del teléfono móvil a temprana edad, navegar por internet, consumir pornografía, etc. Y al mismo tiempo los infantilizamos por temor a que les ocurra algo: no les dejamos que salgan solos a la calle, no les dejamos que disfruten en los columpios (por si se caen y se hacen daño), etc. En definitiva: les sobreprotegemos.
No olvidemos que una generación que no viva su infancia plenamente es una generación que ha perdido la alegría de ser niño y de sonreír. Esto puede tener consecuencias terribles. Por este motivo debemos recuperar la infancia, el tiempo para ser niños ya que como destaca el propio Honoré“criar a un hijo debería ser un viaje, tomar su mano y decir: vamos a descubrir quién eres tú, con todo el misterio, la incertidumbre, la alegría y las lágrimas”.
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