Nos hemos encontrado en la prensa del este fin de semana este artículo firmado por Irene Villa @_IreneVilla que nos ha gustado porque va en la línea del último taller de padres que dimos en el Departamento de Orientación Educativa.
Se
habla ya de una generación de blanditos: niños, adolescentes y jóvenes con poca
tolerancia a la frustración por estar hiperprotegidos y que resultan poco
resolutivos, pero lo más triste es que la responsabilidad de la aparición de
esta descendencia de dudosa fortaleza recae en los propios padres. ¿En qué nos
estamos equivocando? Creo que hemos pasado de "la letra con sangre
entra" a "no le
digas eso al niño que le traumatizas". De un tiempo a esta
parte, la mayoría de los progenitores justifican todo lo que sus hijos hacen, y
así no les están haciendo ningún favor. Cuando son pequeños y tienen rabietas o
se ponen agresivos es porque, ¡pobrecillos!, algo les habrá molestado o simplemente
¡son chiquillos!; más adelante, si no estudian es quizá porque el profesor no
les motiva o se aburren en clase; después, si comienzan a beber o a fumar es
porque sus amigos también lo hacen..., y al final no es tan descabellado
escuchar comentarios como el de la madre del conductor del autobús escolar
siniestrado en Fuenlabrada el mes pasado que dio positivo en un test de droga,
quien dijo: "Tomó cocaína el viernes, como cualquiera". Una
justificación más, como las que se tienden a decir cuando nuestros hijos hacen
lo que socialmente no se espera de ellos: "Se dejó llevar" o "lo
hizo sin pensar".
Más
que consentir, aguantar, defender o hasta justificar la conducta de nuestros
hijos, creo que hemos de crear en ellos un profundo sentimiento de responsabilidad,
autonomía y compromiso, o conseguiremos que sigan manteniendo conductas
inmaduras o negligentes de por vida. Decirles que son especiales, darles lo que
se les antoje, solo crea personas caprichosas e impacientes, algo dañino para
los padres, también para la sociedad, pero sobre todo muy perjudicial para
ellos mismos, que no tienen las herramientas ni las habilidades sociales
necesarias para afrontar la adversidad. Démosles motivos para que se quieran,
sean pacientes y perseveren, así al menos dejarán de ser tan blanditos.
AUTOR: IRENE VILLA
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