Los niños tiranos cada vez son
más frecuentes en nuestras sociedades. La relajación de las costumbres y la
pérdida de autoridad de los padres, profesores y otras figuras promueve que,
cada vez, sea más difícil establecer límites a los más jóvenes.
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Cada vez es más frecuente ver
a niños pequeños desafiando a sus padres y a otras figuras de autoridad.
Lo preocupante es que estas actitudes parecen ir in crescendo hasta el
punto de que existen padres maltratados por sus hijos. Hablamos del síndrome
del emperador, del niño tirano o del niño rey.
Lo que más llama la atención
es que cuantas más actitudes tiranas manifiesta el niño o niña, mayor
es el esfuerzo que el adulto de referencia hace por complacerlo. Un adulto
desbordado ante las exigencias de su hijo que acaba sintiéndose culpable por no
lograr satisfacer sus deseos.
Características del síndrome
del emperador
- Percepción exagerada de lo que le corresponde. No pide, exige. Hasta el punto de no sentirse satisfecho con nada. Cuando consigue lo quiere, vuelve a querer más cosas
- Baja tolerancia a la frustración, aburrimiento o negación ante aquello que han solicitado. En estos casos, responde con rabietas, ira, insultos o violencia delante de familia y amistades. No importa si el lugar es público
- Presenta pocas estrategias para resolver problemas por sí mismo. Está acostumbrado a que se los resuelvan
- Su egocentrismo le hace creer firmemente que el mundo gira alrededor de él
- Siempre encuentra justificación para sus conductas. Además, culpabiliza a otros de las mismas
- No empatiza. Por tanto, no siente remordimientos cuando grita, amenaza o agrede físicamente
- Discute las normas y los castigos con sus padres, aquellos a quienes llama malos o injustos. Este aspecto le beneficia, ya que consigue que se sientan mal y cedan de nuevo
- No responde bien ante figuras de autoridad o normas sociales
- Tiene baja autoestima pero esta es enmascarada con sus conductas tiránicas
¿Cómo
se construye el síndrome del emperador?
Como comentábamos al
principio, cada vez es más frecuente encontrarnos con niños de este tipo. Pero,
¿a qué se debe el aumento de este fenómeno? Además de la existencia de una
predisposición genética, parece que la responsabilidad recae principalmente en
dos aspectos: un estilo educativo permisivo y la influencia de la sociedad
actual.
La falta de límites claros
hace creer a los niños, de forma errónea, que tienen derecho a hacer lo que
quieran en el momento que deseen. Dentro de ese derecho, no son conscientes de
que las recompensas requieren un esfuerzo. Y que, además, deben respetar a los
demás.
Por otro lado, no podemos
obviar la influencia de la sociedad consumista e individualista en la que
estamos inmersos actualmente. Por otra parte, la jornada laboral que la mayoría
de los padres tienen repercute en el tiempo que pueden dedicar a sus hijos.
¿Cómo
evitar el síndrome del emperador?: Un niño sano necesita tener unos límites
claros
Si aunamos todos estos
factores, podemos barajar la hipótesis de que los más pequeños se acostumbran a
no valorar las cosas y a primar sus deseos inmediatos por encima de todo. Así
mismo, los padres acaban también por frustrarse. Hagan lo que hagan su hijo no
estará saciado de atención.
Para educar a niños fuertes,
sanos e inteligentes emocionalmente es preciso poner límites claros desde el
principio. Es esencial que los niños experimenten cierto grado de frustración,
para que puedan comprender que el mundo requiere de esfuerzo y respeto hacia
los demás.
Dejar que el mundo gire
alrededor de ellos les hace un flaco favor. Un niño que no ha experimentado
frustración, es un niño más vulnerable. En un futuro, tendrá muchas
dificultades para afrontar situaciones y solucionar problemas. Descubrirá que
la vida no está hecha a su medida, ni todo es como le gustaría.
AUTOR: Raquel Martínez
Rico